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Relato Travesti Historias de Salou (2)


Barcelona Shemale Escort Review: Historias de Salou (2)
Historias de Salou (2)

Autor: Juancho

Al final de la calle Nord de Salou, ya cerca de la plaza Europa, hay algunos pisitos de mala nota, como diría mi madre (mi abuela, más eufemística, se refería a ellos con la expresión "ahí hay señoritas que fuman". En sus años mozos ¿dónde se había visto que una mujer
fumase?).
Yo frecuentaba esas casitas de dos plantas con asiduidad, aunque la higiene no la asemejaría a la que se supone que hay en los quirófanos. El encargado era un jovencito delgaducho que parecía como que pasaba por allí, siempre con los auriculares del MP3 enganchados a las orejas, que no se los quitaba ni para hablar por el móvil, como
si se los hubiera pegado con SuperGlue.
Allí tuve una de mis mejores experiencias. Quizá por eso volví varias veces más, cosas de la morriña. Ella se anunciaba como Larissa. Me dijo que había llegado a España tres meses atrás. Muy joven, de piel blanquísima y suave, pasiva, tímida, no muy guapa, con un cuerpo aún por acabar de moldear. Pero con una pasión que suplía todas las pegas, con una entrega absoluta. Eso no era efecto amante. Eso era quiero que me presentes a tu familia y casarme contigo. Cómo se lo comía todo, cómo se lo bebía todo. Cómo se puso a cuatro patitas para que yo pudiera entrar a matar. Me corrí de tal manera que creo que fue un orgasmo femenino, quiero decir que no fue unicamente genital. Cada vez que lo recuerdo... en fin.
Otra vez estuve con una chica cordobesa, guapa, aunque sus pechos eran imperfectos: eran dos circunferencias perfectas. No era simpática. No tenía testículos, pero sí un tronco terrible, de lo más grueso que he visto. Me amorré como sediento en el desierto. "Si quieres que me corra tendrás que pagarlo aparte", me dijo. "¿A cuanto va el litro, mi niña? Venga, dale. Come y calla".
Semanas más tarde volví al ver el anuncio de una travesti en el periódico. Tenía algunas fotos en alguna web. No recuerdo su nombre, ni ganas. Es verdad que era guapa, alta, esbelta, con un rostro muy hermoso. Pero también se creía la reina del mambo, altiva, soberbia.
-Un poco de crema hidratante y te hago un masaje.
-Pero yo he venido a hechar un polvo.
-Es para que te relajes.
-Que no quiero relajarme, leches, que quiero que me pongas como una moto.
La cosa no funcionó desde el principio. Al final me hizo media paja y me fui.
La última vez que estuve por allí me largué antes de empezar. Llamé por teléfono. Una voz dulce y sugerente. Arreglé el encuentro y a la hora acordada me presenté en el lugar del crimen.
-Tú no eres Soraya. Perdona. Es un malentendido. Hace unas semanas había otra chica que también se llamaba Soraya. Quería verla a ella- mentí como un bellaco.
-¿Es que no te gusto?
Me adelanté con las explicaciones porqué temía que me hiciera esa pregunta. Y me la hizo. Si hubiera sido sincero, mejor dicho, si hubiera sido cruel, le hubiera respondido "mujer, no es que no me gustes. Es que si esta mañana al levantarte te hubieras afeitado la barba, pues como que todo hubiera sido más fácil, y hasta hubiera parecido la Tierra un planeta habitable lleno de seres de buena voluntad". Era una chica muy masculina y, la verdad, a mi no me gustan los hombres, aunque haya quien pudiera opinar lo contrario.
Le pedí perdón por las molestias, pero que yo sólo quería estar con la "otra" Soraya y que si no estaba, me iba. Eché mano a la cartera y le ofrecí un billete de 20, por las molestias, ya que, en vano, se había duchado, acicalado, vestido (es un decir) para recibirme. Ella, digna y cortés, rechazó una primera vez. Insistí y aceptó.
Ya en la calle, me invadió un sentimiento de culpa. Yo la había
rechazado. Ella se había sentido rechazada, yo me di cuenta de su sentimiento, pero ella en ningún momento perdió el saber estar ni la dignidad. Algo que la honra como persona.
Yo quizá no estuve a su altura. No siempre soy consciente de que el sexo, incluso con dinero de por medio, es algo más que sexo. Ahí intervienen personas. Y ahí, a veces, la cagamos. Bueno, tampoco iba a suicidarme por eso. Así que fuí a tomarme un gintonic. Y después, otro.


Added on November 28, 2016 at 12:00 am

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